LINUX, ¿QUE VEINTE AÑOS NO ES NADA?




Para los que no sabemos nada, no hay nada más sencillo. Linux es el sistema operativo Unix que usa Internet adaptado a las computadoras personales. El 25 de agosto pasado cumplió 20 años. Se llama así porque su creador fue el joven finlandés Linus Tolvards y lo presentó como tesis para su doctorado en ciencias en la Universidad de Helsinky. El entonces tenía 21 años. Llevar el Unix a una PC era una vieja aspiración que ya tenía una versión comercial, llamada Montana, y que costaba 4.600 dólares cada paquete. Los resultados no eran del todo óptimos, pero era Unix. El resultado de tres genios como  Ken ThompsonDennis Ritchie y Douglas McIlroy, pero encima trabajando para la Novell. El joven finlandés no tuvo mejor ocurrencia que poner su primera versión en la red, a disposición de todos, que la criticaran, mejoraran o la tiraran a la basura, pero en todos los casos hay que cumplir la norma que no hay secretos comerciales y los resultados publicarlos otra vez, a disposición de todos. "Los verdaderos autores de Linux son incontables, nunca se va a saber cuántos son", me contó el ya doctor en ciencias Tolvards en el último piso de Córdoba y Carlos Pellegrini, cuando vino a Buenos Aires en los dichosos '90. De físico menudo, sobre todo cuando se la veía a la esposa, más chiquita que él, no había que ser muy imaginativo para saber por qué el pingüino es el logo del sistema y que se llama Linux por un obvio juego de palabras entre su nombre de pila fusionado con el del sistema original Unix.
La primera batalla fue en la gráfica, donde Windows le llevaba una ventaja notable. Pero la velocidad y conectividad intrínseca del Unix, trasladada al Linux, es una ventaja que las cifras de ventas jamás van a poder descontar. Como que haciéndolo correr la PC se convierta automáticamente en un server. El vino invitado al tradicional congreso anual sobre informática. Ese año fue en la Rural. La conferencia tuvo lugar en un salón techado, con tribunas, donde se rematan los animales de raza. Las gradas estaban ocupadas por sus fans, todos los estudiantes que habían dejado de ser piratas y a los que se les abría una posible fuente  de trabajo. Lo recibieron como si fuera un equipo de fútbol. El pobre finlandés estaba azorado.
Por supuesto, cuando comenzó la disertación, la tribuna quería rosca y el flamante doctor Tolvards lo sabía. Pero no lo nombró nunca. Siempre se limitó a decir Microsoft. Al aludir a la competencia con las tapones de punta que había dijo claramente que él no tenía nada personal, que los chicos de Seattle desarrollan muy buenos programas, que incluso el Power Point que estaba usando para apoyarse era de ellos. Y justo lo acomodó para el cachetazo. Fue inclemente. Lo dejó bien puesto y le dio: "Les digo más: yo estoy seguro que algún día Microsoft va a aprender a hacer sistemas operativos". Se rio como el gato maula que se acaba de robar la sardina en medio de la atronadora ovación.
Cuando se hizo silencio destapó un marcador, fue hasta la pizarra y tratando de ser serio advirtió: "Es muy sencillo. Hay que aplicar el principio que nosotros llamamos  kiss", y lo escribió con grandes letras, convirtiéndolo enseguida en un acrónimo:

K.I.S.S.

Lo contempló todavía un ratito antes de completar el mazazo: "Keep It Speed, Stupid", que traducido al groncho cotidiano de la vereda y la cola del mercadito no es el literal beso, como se puede llegar a pensar, sino algo así como tratá de mantener la velocidad, boludo, en alusión al microprocesador, claro, y no porque yo lo sepa pero me lo explicaron y hasta yo lo entendí.
Por supuesto cuando el monstruo vio crecer el peligro, él y sus partners empezaron con las versiones gracias a la prensa adicta. Tolvards era comunista. Ni qué decir la cantidad de zaparrastrosos que siguen merodeando la red, verdaderos cartoneros tecnológicos de punta. Cuando se lo comenté y le pedí la opinión sonrió con beatitud. Ocurría que el padre era periodista de radio y había sido por más de veinte años, muro de Berlín de por medio, corresponsal de la Radio Helsinky en Moscú. Y como todo el mundo sabe el comunismo es una enfermedad infecto contagiosa. Ahora, eso sí, en materia de tirrias y prejuicios personales, dando las disculpas anticipadas de rigor: no hay peor plaga que los periodistas. El podía dar fe porque la madre y la hermana también lo eran, esta última para colmo con título universitario y todo. No dejó de sorprenderlo que yo estuviera de acuerdo.
Un último interrogante giró en torno a si la enseñanza en su país era gratuita o paga. "Paga, paga", dijo con casi hasta malos modales. Y se adelantó décadas al multimillonario trasandino Sebastián Piñera: "En el mundo capitalista no hay nada gratis y Finlandia es un país capitalista." Ya que estábamos en tren de confidencias quise saber cuánto salía anualmente una carrera de científico como la de él: "Se va algo en papelerías, trámites, lo de siempre", dijo.  "Pero lo caro es la bibliografía, que te la suministra obligatoriamente la universidad. Los últimos tiempos, yo estuve pagando al año entre sesenta, ochenta dólares por lo menos", y hasta con cara de asco y yo ganas de llorar, muchas ganas de llorar.
Y ya han pasado veinte años. En los links tienen todos los desarrollos, incluso argentinos, que ya tiene en la actualidad, con el Ubuntu a la cabeza y todo lo que cifra en ese nombre, como le hubiera gustado decir hasta Borges. 
Gracias, Linus. Sinceramente muchímas gracias.